martes, 24 de julio de 2007

La torre - الصومعة

aş-şūm‛a. Todavía cansado después del fin de semana de viaje con los visitantes (pronto habrá un post al respecto, y las fotos prometen), voy a daros más la tabarra sobre algunas cosas de Rabat. Hace unas semanas estuvimos visitando el símbolo, el monumento más reconocible de la ciudad: la torre Hasán. A finales del siglo XII, un sultán (uno de tantos) quiso construir en la ciudad, su capital, la mezquita con el minarete más alto del mundo. El modelo escogido fue el minarete almohade de la mezquita Kutubiya de Marrakech (el mismo que escogieron los artífices de la Giralda), pero cuando murió el sultán nadie continuó las obras. Quedaron en la plataforma unas 200 columnas y la torre inacabada. Es difícil hacer aquí una foto fea…

Siglos más tarde, a finales del XX, los rabatíes construyeron al otro lado de la plaza el mausoleo de Mohammed V, que alberga sus restos y los de sus dos hijos. Al lado de lo otro, a mí me parece una pufa, pero tiene su gracia ver al hombre que recita a todas horas el Corán sentado en un diván junto a las tumbas.

Hoy he dormido 4 horas y ando algo espeso. Espero que las fotos compensen mi especial falta de gracejo:


P.D.: Todavía tengo que convencer a la gente para ir el último fin de semana a Marrakech, aunque sea una matada de 5 horas en tren. Vamos ya más bien pelados de dinero…

jueves, 19 de julio de 2007

La letra - الحرف

al-ħarf. Una de las personas que más me ha impresionado en Marruecos ha sido un hombre más bien feo con una dentadura que haría gritar de horror al mismísimo Poeta de Zeneta, de nombre Mohammed Boukhana y, de profesión, calígrafo. Un miércoles, cargado de tinta, cálamos y tizas, el buen hombre apareció por la facultad y nos impartió dos clases sobre caligrafía árabe. Durante las 5 horas más o menos que duraron estas clases, estuvo hablando de la caligrafía como el arte de controlar el espacio con la mente para crear belleza, aunando el sentido y la forma. Como toda arte, vamos. Ahora bien, no se limitó a dar peroratas (mitad en árabe, mitad en francés y un pelín en inglés) sino que, con un par, nos mostró a qué se refería: a modo de ejemplo, puso varios de nuestros nombres en todos los estilos posibles, escribió luego algunos dándoles forma de corazón o de pájaro, unió en un mismo espacio dos nombres armoniosamente y, por último, se vendó los ojos, palpó la pizarra y caligrafió otro nombre a ciegas, ocupando con precisión todo el espacio disponible. En fin, lo que yo pueda contar y las fotos que ponga no le hacen justicia. El folio en el que escribió mi nombre al final de la última clase, en estilo «tulut» /'θuluθ/ (puntas superiores como flechas y puntas inferiores larguísimas), es una de las cosas que guardaré con más celo de este viaje a Marruecos. Impresionante, en serio.

Por otra parte, ayer mismo fuimos a los Jardines Exóticos. Así se llaman, sí, sin nada más detrás. Las fotos de estos sitios nunca impresionan tanto como estar allí, así que no pondré muchas, pero se supone que Marruecos es un país con escasez de agua y no veas la de vegetación que hay por todas partes. En estos jardines, en concreto, vimos ranas, vimos lagartos, vimos flores rarísimas, vimos palmeras, vimos helechos, vimos faisanes, vimos flamencos, vimos ratas de agua, vimos a un portero muy feo… Muy bonito, oiga. Tampoco volvería, oiga.

Además, aparte de lo poco que de por sí dormimos aquí (las clases empiezan a las 8), hemos estado casi una semana sin dormir bien a causa de los saharauis de la facultad de al lado: les dio por hacer fiestas en un descampado todas las noches hasta la una y media más o menos, y, como no podíamos con el enemigo, decidimos acercarnos alguna que otra noche a ver cómo iba la cosa. En general, fue todo un poco aburrido. Mientras bailábamos, intentando integrarnos con los indígenas, juro por el Casa de la Ermita que flotaba en el ambiente un persistente tufillo a tintorro. Y nosotros no catamos nada… En fin, cosas veredes…

Más fotos de lo normal para cubrir mis ausencias:

sábado, 14 de julio de 2007

La cigüeña - اللقلاق

al-laqlāq. Las cigüeñas son unos seres alados que hacen constantemente un ruido extraño con el pico. Imaginad dos trozos grandes de madera hueca que chocan violentamente en el aire. Venga, imaginadlo, no seáis vagos… ¡Que lo imaginéis, leñe! Dos maderas huecas que chocan… ¿Ya? Pues justo esa onomatopeya es el nombre de la cigüeña en árabe: «laqláq». Lo sé bien porque la semana pasada nos llevaron de visita a Chellah en un precioso autobús con cortinas de cuadros escoceses.

A cinco minutos a pie desde Rabat, en Chellah se pueden ver unas ruinas abandonadas en mitad del campo y dejadicas de la mano de Dios: nada menos que una fortaleza benimerín, la ciudad romana de Sala Colonia y un jardín botánico, todo en el mismo paquete, Machús. Además, cientos de cigüeñas y garzas han elegido el lugar para hacer sus nidos, la maleza engulle las piedras y las vistas sobre el valle son tremendas. Intenté buscar monedas por el suelo numistontus sum, lo sé—, pero me da a mí que no he sido el primero en mirar por aquí…

Ahí van las fotos de rigor:


P.D.: Que sepan mis lectoras marroquíes que he llegado sano y salvo a Al-Ándalus (Corriente diría «Alandalús») y, de momento, ya me he hincado un gazpacho, unos buenos trozos de lomo de orza, un solomillo al roquefort y un tiramisú, por ese orden. Y mañana bodorrio… Y el lunes de vuelta a tierras rabatíes…

P.P.D.: Tras las quejas recibidas (diré mejor la queja recibida) por la escasa diversidad musical del blog, pongo en el margen dos cancioncillas diferentes y cambio el cuadro. Si queréis las canciones, os las podéis bajar de estos enlaces:

miércoles, 11 de julio de 2007

La película - الفيلم

al-fīlm. Play it again, Sam. En traducción libre de mi madre: Tócamela, Sam. Nada menos que a Casablanca que me fui el sábado pasado. La película se rodó completamente en Los Ángeles, así que no tengo fotos del Rick's Café, lo siento. Y a fe que hicieron bien: ¿es posible que Casablanca sea la ciudad más fea del mundo? Es como si sus habitantes y autoridades llevaran un siglo descuidándola. A lo mejor tampoco es para tanto, pero la impresión que yo me llevo es la de una ciudad sucia, fea y sin personalidad: ni europea ni marroquí.

Eso sí, en esta ciudad se encuentra la tercera construcción de carácter religioso más grande del mundo: la mezquita de Hassán II. Está situada en una plataforma encima del mar y dentro cabría perfectamente Notre-Dame. La construyeron en mármol hace menos de 10 años, y parece ser que muchos marroquíes ayudaron a pagar todo el dineral que costó, a veces de buen grado, a veces como un impuesto que había que pagar por gónadas. Tampoco se quedó muy contenta la gente que vivía en la zona y a la que «reubicaron» en diferentes «soluciones habitacionales» no muy satisfactorias. Menos mal que al menos les salió bonica la mezquita, que si no…

Ahí van unas fotos, casi todas de la mezquita:


P.D.: Dios, qué bien huele la menta…

lunes, 9 de julio de 2007

La playa - الشاطئ

aš-šāţi’. Para un español, la palabra playa en árabe suena muy parecido a «chati». Este jueves, por fin, me fui a la chati de Rabat a ligar bronce. El cementerio de la ciudad está justo al lado, casi en la orilla, pero siempre hay olas enormes y el agua está buena. El concepto de «chulo playa», tan fácil de definir en España, deviene aquí confuso, porque todos están cuadradísimos y lo exhiben sin pudor jugando al balón como bestias (como nosotros al «aeiou», pero sin lorzas). Quizás lo hacen para las chatis de la chati, pero, en proporción, las playas marroquíes son lo que familiarmente viene conociéndose en el habla popular como «un campo de nabos». La mayoría de las mujeres adultas se meten al agua con una especie de sayón. Se ven biquinis, pero las que lo llevan se ponen siempre en la parte de abajo un pareo o un pantalón corto.

Para largas distancias, en Marruecos se usa el grand taxi: es un taxi que no sale hasta que no se llena con 6 personas. Muy barato pero algo agobiante según con quién vayas (otro día hablaré de la conducción en Marruecos, que vaya tela…). Este domingo fui con una compañera de aquí en uno de ellos hasta una playa que nos recomendaron, a unos 30 km al norte de Rabat: la Plage des Nations. Básicamente, nos dedicamos a tumbarnos al sol durante 4 horas, vuelta y vuelta, y viva la salud. Kilómetros y kilómetros de playa absolutamente abarrotados. Hasta había un camello para hacerse fotos encima. Os dejo unas cuantas fotos playeras y no playeras de este fin de semana, con sus respectivos comentarios:

jueves, 5 de julio de 2007

El califa - الخليفة

al-jalīfa. Quién me iba a decir que los teclados franceses no son QWERTY sino AZERTY… Y menudo follón para, como buen Capitán Tilde, poner todos los acentos… En fin, llevo en Rabat sólo unos días y ya estoy aquí como un califa. Si no, mirad la foto de la derecha, en la que podéis ver mi aspecto actual (de moro machote) con el Campus de la Facultad de Ciencias de la Educación detrás. La comida es impresionante de buena y no me ha hecho falta ninguno de los medicamentos que me traje. Y no será por no haber puesto a prueba el estómago: bebo agua del grifo tranquilamente, como ensaladas y me zampo cualquier cosa de carne que veo en los puestos de la calle.

Aquí hay más gatos que personas, y es algo raro ver en la misma calle a jóvenes que visten con los trajes más tradicionales del mundo y a otros que van absolutamente a la última, mucho más modernos que yo como de aquí a Manila, con escotazos de vértigo y ropa ajustadísima. Los niños se rompen de guapos, aunque al crecer hay algunos que empeoran de mala manera. De verdad que me ha sorprendido mucho lo europea que es la ciudad y lo amable que es la gente: este viernes ya estoy invitado a comer cuscús en casa de un guía turístico que conocimos andando por la casba. Por cierto, que gracias a este hombre (de nombre Younes, /'junes/) hemos estado paseando tranquilamente por las callejuelas más oscuras de la medina: el ambiente es increíble, no apto para tiquismiquis, y hasta en los sitios que parecen más pobres (que no son muchos y ya nos han dicho que, en eso, esta ciudad es diferente a otras de Marruecos) venden un montón de móviles modernísimos. Estoy aprendiendo mucho dialecto también, que al fin y al cabo es lo que habla la gente de la calle. Te despides de cualquiera diciendo Bsláma, júya! (Bye, my brother!) en vez del clásico Maca s-saláma! (Goodbye!) y te has ganado un amigo para siempre. No me he sentido agobiado en ningún momento y tiene uno la sensación de que no hay peligro por la calle, pero sí que hay gente que pide dinero y da un poco el peo hasta que le dices que no en árabe. Cómo no, los españoles nos hemos agenciado ya una buena fama de que nos conocemos todo… Hasta hay un tal Elías de Guinea Ecuatorial que nos ha invitado a una fiesta de San Miguel en la medina este sábado que viene. Alguna cerveza nos hemos tomado, pero lo rico rico es lo que aquí llaman de broma, mismamente en inglés, el Moroccan whiskey, uséase, el té con menta. Es exactamente igual que pegarle un trago a un mojito, aunque no lleve alcohol.

Ya cuando tenga más tiempo y no tenga que pelearme con el teclado os pondré más cosicas. Y dejaré hablar a la señora, que la tengo amordazada aquí en un arcón. Acepto preguntas, por cierto, y os dejo unas fotos muy ricas, como diría aquél, de los primeros días y de un paseíco que me di ayer por Rabat, junto con algún comentario que otro: