al-mawt. Hay que ver lo que la gente quería a Paco Umbral, ¿eh, mamá? Después de lo que le pasó se volvió un malasombra, pero mira a la gente, mira a esas multitudes tras las vallas con libros suyos bajo el brazo y entonando cánticos en su honor mientras esperan al féretro… Hijo mío, pareces tonto: se ha muerto un jugador del Sevilla con 22 años…
Pues qué quieres que te diga: me gusta el fútbol, me gustaba Puerta y se me ponen los pelos de punta al ver en la tele a tantísimas personas emocionándose a la vez, pero poco más. Yo, como Amélie con la muerte de Diana. ¿Hay que comulgar con este tipo de catarsis gregarias que idolatran a la juventud y amplifican las cosas hasta rozar el ridículo? Que sí, que es muy triste, pero que en el fondo ni fu ni fa; y aprovecho para decir que me la trae floja si hoy se hermanan o no «las aficiones de la capital hispalense» o si mañana les da por enemistarse otra vez por la infantilada del infantil de turno, hale. La pastilla, Ramón, la pastilla, que te salen espumarajos por la boca, hijico… Sí, gracias, mamá…
Yo por mi parte apagaré la tele, prenderé fuego a los periódicos y me marcaré un homenaje personal releyendo Mortal y rosa: el libro triste, oscuro y precioso que escribió Umbral cuando se le murió su hijo pequeño de leucemia a los 6 años. Que también tuvo muy mala suerte este hombre: después de lo de su hijo no se le fue ya nunca la mala leche, luego va a un programa y no hablan de su libro, ahora se muere y le roban protagonismo… No, hombre, no, ya está bien…
Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más. Qué estúpida la plenitud del día. ¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas? ¿Para quién se ha urdido esta inmensa mentira de meses soleados y campos verdes? ¿Por qué este vano rodeo de la muerte por las costas de la primavera? El sol es sórdido y el día resplandece de puro inútil, alumbra de puro vacío, y en el cabeceo del mundo bajo un viento banal sólo veo la obcecación vegetal de la vida, su torpeza de planta ciega. El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia. Sólo el tedio mueve las nubes en el cielo y las olas en el mar.