jueves, 28 de febrero de 2008

La pregunta - السؤال

as-su’āl.

     —Perdonad, ¿sabéis dónde está la plaza de Tetuán? —pregunté el sábado pasado en Valencia, en la calle Colón, a un grupo de modernitos de unos 13 años más o menos.
     —¿Qué dices? —me respondió el cabecilla acercándoseme.
     —La plaza de Tetuán, si sabéis dónde está.
     —Tetuán, dice el tío, ja… —soltó otro amigo que estaba más atrás, y se echaron todos a reír.


Y fue extraño, porque ni me respondieron —que digo yo que habría sido lo más normal— ni me hicieron el vacío: se limitaron a quedarse quietos mirando al infinito o al suelo con una semisonrisa esbozada en los labios, como esperando a que yo me fuera y los dejara a su rollo. Todo ferozmente absurdo, muy adolescente. Pero es que yo no me iba. Como el Principito, nunca renuncio a una pregunta una vez que la he formulado; y así estuvimos 10 segundos: yo mirándolos a ellos y ellos rígidos como estatuas, alguno ya con tics y espasmos por la inmovilidad. Dos chicas que, aunque estaban más lejos, también iban con ellos, miraban boquiabiertas a sus propios amigos sin entender nada.

     —Sí, Tetuán —repetí subiendo los hombros con cierto enfado ya—, es una plaza donde está el Centro Cultural Bancaja. ¿Sabéis dónde está o no, coño?

Justo antes de que una de las chicas se acercara y me dijera Quieres ver lo de Sorolla, ¿no? Es por allí, está cerca, me di cuenta de que dos de los chicos, estáticos todavía, me estaban mirando sin girar la cabeza. Y no era desafío lo que había en sus ojos. Lo que había era súplica: me pedían tácitamente que respetara su pose y sus hormonas, que me fuera ya para romper la tensión del momento. Se me había olvidado lo raro que es el macho adolescente humano… ¿Y vosotros? ¿Vosotros erais modernitos?

sábado, 16 de febrero de 2008

El decano - العميد

al-‛amīd. Los mercaderes venecianos trajeron el café a Europa alrededor del año 1600. El papa Clemente VIII, preocupado por si el nuevo producto, procedente de tierra de infieles, suponía un problema para la Cristiandad, se decidió a probarlo. Cuentan que tras beberse una taza y sentirse más despierto, exclamó: «¿Y vamos a dejar que esta maravillosa bebida la beban sólo los infieles?». No sabía lo que hacía…

400 años más tarde nacería nuestro héroe de hoy, amiguitos: Mr. Dick Ano. Su intolerancia a la cafeína es proverbial, pues, de por sí ya nervioso, la lía cuando se toma un par de cafés. No es la primera vez que aparece este personaje por el bloque, pero hoy vamos a fijarnos en una faceta suya quizás desconocida para el gran público: su capacidad histriónica, su verbo fácil y mejor rima. Pero, antes, un poco de intrahistoria:


Créteil (Francia), 11 de marzo de 2006 (9.00)
La cámara, haciendo un barrido por la habitación, graba a varios murcianos preparándose para soportar estoicamente un nuevo día de intenso frío parisino. La cocina expele un reconfortante olor a café recién hecho. Todos dicen tonterías a la cámara, angustiados por el inevitable miedo escénico cuando se saben enfocados, pero en esto que Mr. Dick Ano aparece en el marco de la puerta, se acerca a la cámara y se adueña del plano (y tres piedras). En su mano derecha lleva un paquete de café (variedad robusta) que muestra al objetivo, e improvisa con voz grave y sin titubeos:

Cuando me levanto por la mañana y hace frío, lo primero que hago es caminar hasta la cocina y prepararme una humeante taza de café Robusta.
Café Robusta.
Porque… me gusta.



Comenzó ahí una tradición que ha llegado hasta nuestros días. Aquí tenéis al señor Dick Ano elogiando un nuevo producto, llamado Mi Mocho:


En el siguiente vídeo podréis comprobar cómo nuestro amigo y héroe también ha de enfrentarse a temibles enemigos. En este caso, el Falo Volante:


Y, ya puestos, cuelgo también el esperadísimo vídeo del señor Dick Ano versionando el himno del Centenario del Real Murcia:

lunes, 4 de febrero de 2008

El vecino - O vizinho

Hubo un portugués, criado en Sudáfrica, que a principios del siglo XX se ganaba la vida de forma gris e insulsa, traduciendo cartas comerciales para diversas empresas de Lisboa. Entre 1913 y 1935, año de su muerte, dejó escritos unos 500 fragmentos en completo desorden. Los especialistas en su obra no se ponen de acuerdo a la hora de decidir la mejor manera de ordenarlos, pero el caso es que, juntos, en el orden que sea, conforman el libro más lúcido de la Humanidad: el Libro del desasosiego. Imagino que ya sabéis que abajo, en la barra lateral de este blog, os sale una cita de ese libro cada vez que reiniciáis la página. Lo leí durante el verano de 2003, perdiendo y ganando personas mientras todo se teñía de cruda verdad.

Eso sólo bastaría ya para ensalzar grandilogiosamente al país vecino, pero es que en Portugal, al igual que en Irlanda, levantas una piedra y salen corriendo 500 escritores, 400 poetas y 300 músicos. En el 2001, fui al Auditorio con nuestro amigo el Señor Decano —también conocido como «Mr Dick Ano»—, a ver a una tal Mariza, ahora ya famosa. Cuando llegó este fado que os pongo, su voz nos hizo aplastarnos contra el sillón y contener la respiración durante el último estribillo, clavados allí como mariposas de colección, inmóviles, temblando, con todo el pelo del cuerpo sobrenaturalmente erizado. Nunca he vuelto a sentir algo parecido con una canción:



É meu e vosso este fado,
Destino que nos amarra
Por mais que seja negado
Às cordas de uma guitarra.

Sempre que se ouve o gemido
De uma guitarra a cantar
Fica-se logo perdido
Com vontade de chorar.

Ó gente da minha terra,
Agora é que eu percebi,
Esta tristeza que trago
Foi de vós que a recebi.

E pareceria ternura
Se eu me deixasse embalar,
Era maior a amargura
Menos triste o meu cantar.

Ó gente da minha terra,
Agora é que eu percebi,
Esta tristeza que trago
Foi de vós que a recebi.



Además, en enero de 2004 vi con mis padres, en Lisboa, junto a la Torre de Belén, el atardecer más impresionante del mundo. ¿Qué tienen Portugal, los portugueses y el idioma portugués?

Mis padres yendo hacia la Torre de Belén