lunes, 28 de julio de 2008

El prólogo - المقدّمة

al-muqaddima. Ya que el veraneante Chexpirit no cumple su palabra y no nos habla en su bloque del rincón mágico en el que la ropa sucia desaparece, voy a dedicarle un poste de los que le gustan, de los de traductores —esa baja canalla— tergiversando la realidad. Espero no aburrir a Goliadkin, que escribió hace poco un gran poste sobre héroes del automovilismo mientras yo destrozaba mis ruedas de camino a Villena. Sé que a K y a Agustín sí, pero creo que se lo debo a mi nueva lectora y colega Veruca, para que lo lea entre zarpazo y zarpazo a A.

En los comentarios del larguísimo poste llamado La diosa - الإلاهة, en marzo de este año, se quejaba el tontito de Chexpirito de que los traductores no pueden ni deben cambiar la realidad, pero no sabe lo equivocado que está. ¿No sabes que siempre se dice traduttore, tradittore? Hace poco, traduje una obra de teatro irlandesa: The Weir, de Conor McPherson; y tuve que vérmelas con ciertos problemas de traducción y explicar mis soluciones en una parte del prólogo. Como estoy seguro de que le encantarán, aquí le/os copio esa parte. Criticad, malditos:

Rasgos de la traducción

La traducción que presentamos está destinada al escenario y nace, por tanto, con vocación de representabilidad. Este principio trastoca la de por sí frágil escala de valores del traductor, puesto que la fidelidad al texto original deja de situarse en la cúspide para dejar paso a la oralidad en la lengua de destino
1, a la musicalidad de la traducción. De este modo, el baremo para evaluar la calidad de la traducción pasa a ser únicamente la naturalidad en la lengua meta.

Esta forma de traducir, rayana en la adaptación
2, no es sino una dramaturgia mal disimulada del texto original. Así, elementos prácticamente intocables en una traducción destinada a la publicación, como podrían ser los nombres propios de los personajes, pierden su aura de inviolabilidad en aras de un mayor ritmo y una mejor pronunciabilidad en la lengua meta: por ejemplo, el padre Donal, por evitar cualquier conexión fónica con el Pato Donald, pasa a ser el padre Callaghan; Maura Nealon pasa a llamarse Fiona Nealon; Brendan Byrne se apellida ahora Brendan Payne; la cerveza Harp pasa a ser Murphy’s, más pronunciable y más conocida en la cultura meta (si bien esta modificación ha obligado a cambiar las referencias en la obra a la cerveza lager); the Knock, casi un personaje dentro de la obra, recibe aquí el sonoro nombre de el Morrón, común en la orografía peninsular; etc.

Por lo que respecta al dialecto irlandés de los personajes, la realidad demuestra tozudamente que no suelen tener éxito las traducciones que echen mano de un acento no estándar en la lengua meta
3. Hemos intentado suplir este vacío aumentando la coloquialidad del texto y salpicándolo de vocablos con ciertas reminiscencias regionales, para acercarlo en la medida de lo posible a su receptor definitivo: un espectador en un teatro.

Se ha procurado respetar el estilo del autor y su gran habilidad para transcribir el discurso oral. Esto se consigue subordinando la puntuación a la cadencia, con frases cortas que marquen el ritmo. Prácticamente, no existen los dos puntos ni el punto y coma.

La última decisión que hemos tomado ha sido la de situar la obra en el presente, en «nuestro» presente de 2008, para acercarla al espectador actual y reforzar el efecto mimético de la obra. La acción original tenía lugar en 1997, pero ningún elemento de la trama obliga a que deba estar anclada irremisiblemente en ese año. Ha bastado con adaptar las fechas (la construcción del azud, la añada del vino, etc.) y, por supuesto, convertir las libras a euros, los acres a hectáreas (medida más utilizada por granjeros y campesinos de la Península), las yardas a metros,…




1          LANDERS, 2001: “The essence of theatrical translation, at least from the standpoint of the spectator, is its ‘speakability.’ Most other considerations – meaning, fidelity, precision – are secondary to this primordial characteristic.”

2          Ib.: “What kind of situations call for adaptation rather than ‘straight’ translation? One obvious case is drama, in which dialogue must be not only intelligible but also ‘speakable.’”

3          Ib.: “Summing up, dialect is always tied, geographically and culturally, to a milieu that does not exist in the target-language setting. Substitution of an ‘equivalent’ dialect is foredoomed to failure. The best advice about trying to translate dialect: don’t.”

lunes, 21 de julio de 2008

La cabra - العنز

al-‛anz. Sin comentarios. ;o)

miércoles, 16 de julio de 2008

La rueda - العجلة

al-‛aŷala. ¿Sois de los que revisan continuamente los niveles del coche y lo llevan hecho un pincel? Yo no. Mi desorden es mítico; el caos en mi coche, bíblico. Ayer aprendí dos cosas: la primera, que cuando notas que el coche pierde adherencia y no hace viento, algo pasa, así que no es recomendable pisarle para llegar a tu destino a 30 km de distancia; la segunda, que a las ruedas hay que darles presión cada medio año, aprox. Clicad, haced clic o pinchad (según veáis) sobre las fotos, que este post lo patrocina Peugeot.





Por cierto, ¿habéis visto alguna vez la máquina con la que separan la goma de la llanta? ¿O la que utilizan para calibrar la rueda una vez montada? Qué manera de hacer fácil lo difícil y qué gustico dar ver a alguien accionándolas con pericia. Ingenieros del mundo, uníos, que os dé un abrazo. Ya dice Woody Allen en Annie Hall que ser intelectual tiene sus cosas, pero no puedes probar nada sin dejar lugar a dudas; en cambio, lo físico es siempre sincero: o sabes hacer una cosa o no sabes, o saltas más de 2 metros o no los saltas. Lo físico no engaña.

sábado, 12 de julio de 2008

El final - النهاية

an-nihāya.

Alicante, 11 de julio de 2008
     Examen de Análisis y Redacción de Textos en Español.
     Aulario I. Aula 0-06X.
     10.46 am


          Sin ser aún muy consciente, puso un punto, el punto, el punto y final. Dio la vuelta a los 3 folios, comprobó que había puesto el nombre en todos, cogió los bolis, los metió en la bandolera y, con el examen en la mano, se levantó y fue hacia la mesa, donde los dos profesores charlaban de forma animada y distendida.


Cuando notaron que se acercaba, el más joven de ellos extendió la mano para coger los papeles sin siquiera mirarle, sonriendo y sin desviar la atención de su interlocutor, como si le estuviesen contando la cosa más graciosa del mundo y no quisiera perderse ni un detalle; pero el alumno no le dio el examen, sino que llegó hasta el borde de la mesa, se puso muy serio y les dijo en voz alta: «¿Quieren hacer el favor de callarse?». Se les heló la sonrisa y lo miraron con una mezcla de enfado (20%) y miedo (80%). «Un poco de respeto, por favor». Y luego, ya sonriendo: «Que en este preciso instante estoy acabando la carrera, hombre…». Y, ante el alivio y la sonrisa de los profesores, dejó caer el examen y un suspiro sobre la pila de papelajos.

Y el Dilbert, de regalo.



Como no tenía ninguna cifra exacta, me he inventado ésta.

Hay estudios que dicen que las cifras exactas son igual de inútiles que las que uno se inventa.

—¿Cuántos estudios dicen eso?
—Ochenta y siete.