miércoles, 28 de mayo de 2008

El cerebro - الدماغ

ad-dimāg. En noches como ésta, los monstruos que engendra mi razón dormida intentan escapar de su prisión. Preparan sus mazas con sigilo y, de puntillas, se diseminan por mi geografía cerebral. Palpan lóbulos, buscan tractos y se escabullen tras cortezas. El rumor se nota, pero están organizados y consiguen despistarme: pssst, pssst, tú, a aquel ventrículo, con cautela; tú, a esa arteria; rápido, uno por circunvolución. Ya en su lugar, elevan sus mazas y aguardan obedientes. Una hermosa pausa contenida precede al primer golpe, paralizante y brutal, tras el cual todos a una aporrean mi calavera a latidos regulares, desgarrando tejidos, horadando paredes y buscando como locos la salida al exterior. Con perfección raveliana, aumentan la velocidad del tiovivo hasta que ya no tengo en qué pensar, a no ser en que todo descarrile: que mis oídos escupan caballitos de metal en sangre y fanfarrias…

Pero mira, ahora, como siempre ocurre tres veces al día, hay uno que es más listo: ahora baja por mis nervios, ahora llega al punto ciego, ahora salva mis humores, ahora cruza por mis niñas; ahora sale, lúbrico y triunfante, amusgándome los ojos. En noches como ésta, cuando escribo, vomito tenias por las manos.

domingo, 18 de mayo de 2008

La teta - النهد

an-nahd. Hace varios meses que alguien en Murcia —yo no, desde luego— está teniendo muy buenas ideas. En este tiempo, hemos visto sillas de colores escalando balcones en la plaza de la Cruz, paredes enteras llenas de molinillos de viento cerca de Santa Eulalia o jaulas abiertas en medio de la plaza Belluga. Ahí mismo, frente a la Catedral, hay ahora un cubo en blanco que te insta a escribir en una de sus caras tu definición de cultura. Siguiendo esa línea, en casi todos los blogs murcianos aparecerá en estos días la noticia de que ayer sábado, en Murcia capital, se celebró la conferencia más larga de la Historia del Arte. Fernando Castro estuvo hablando durante más de 8 horas de vellón sobre el arte contemporáneo, y dice Chexpirit que la cosa mereció mucho la pena. Yo me lo perdí.

Me lo perdí porque ayer estuve en una despedida de soltero en la que vi cosas que vosotros no creeríais. Por ese precio, lo único que pido son tetas, bromeé al enterarme de lo que había que pagar. No sabía lo que hacía…

Ayer por la noche me metieron en la boca una teta más grande que América… y que Asia, con pezones del diámetro de un cedé y con glándulas en la areola del tamaño de granos de arroz. No, no fue placentero. Me acordé de Amarcord, de Fellini, con el niño ahogándose entre las tetas de la estanquera. Una pena que la situación no me recordara a Bertolucci, a Eva Green en Los soñadores:


P.D.: Eva Green, es la segunda vez que te menciono en este blog y ni te has dignado a comentar…

domingo, 11 de mayo de 2008

El contrato - العقد


al-‛aqd. Hola, amiguitos. Hoy os tenemos preparada una bonita historia aleccionadora, un delicioso cuento ejemplar para que podáis actuar en todo momento como esos benditos seres a los que todos admiramos sobremanera: los juristas. Si no me equivoco, esta historia salía ya en El conde Lucanor, así que nuestra misión ha consistido básicamente en falsear nombres de personas y ciudades:


Imaginaos que, allá por el año de Nuestro Señor de 1008, tras una gran noche de farra por, digamos, Alicanto, un grupo de mozalbetes amanece en casa de un amigo común que responde al nombre falso de Cazorlo. Haceos una idea de la opípara cena de la noche anterior, de la explosión de sabores, de la cita con el placer a la que estos buenos mozos fueron invitados. Haceos cargo de los deliciosos mojitos que paladearon con fruición, de los maravillosos cócteles que degustaron una y otra vez. Como si el mañana no existiera, Carlos. Del final de la noche no os imaginéis nada porque fue una mierda, pero con todo y con eso, concentraos en el dulce despertar, en la amistad bien exaltada y el desayuno compartido en alegre compañía. Con mente clara y limpia, advertid la franca camaradería del momento. ¿Tenéis todo eso en la cabeza? Pues entonces llega Cazorlo y saca unos contratos… Es en ese momento cuando debéis tener más templanza, amigos, y sacar a pasear vuestro leguleyo interior.

NOTA: El protocolo estándar que recomiendan los manuales al uso es el siguiente: uno, lavarse los dientes cuatro veces para permanecer el mayor tiempo posible fuera del alcance de quienes quieren contratar contigo; dos, pasar el resto del tiempo fingiendo hacerte la maleta; y tres, huir.

Mientras sus iguales y camaradas firmaban todo papel que les caía en las manos sin apercibirse de a qué se obligaban, uno de los que allí estaban, un fiel discípulo de Ulpiano que no veía escapatoria, un Savigny redivivo al que llamaremos Pul, mantuvo esta conversación con Juancarlis, el socio de Cazorlo:

      —Bueno, pues dadme algo que me lea, a ver qué es…
      —Pero, ¿de verdad te vas a leer todo eso?
      —¿No me estás pidiendo que lo firme?
      —La hostia, macho…

Manteneos firmes, amiguitos, no os dejéis llevar y perseverad. Mientras Juancarlis explicaba al valiente Pul que el producto incluía un seguro de viajes buenísimo, Pul buscaba infructuosamente la referencia al seguro de viajes en el contrato.

      —¿Eso del seguro dónde lo pone?
      —En esta hoja de información que tengo yo aquí.
      —¿No lo pone en la hoja que voy a firmar?
      —No sé, creo que no.
      —Mmm…

¡Bendito Pul! Cuánto intentó no ser arrastrado, cuánto peleó por zafarse de la presión de sus iguales y no ser un lemming a la carrera, mas todo fue en vano: al fin, sucumbió. Sin tener muy claro si aquello era anulable o si se estaba obligando a algo, con el alma cansada y el honor vencido, se dispuso a estampar su firma en el contrato; pero hete aquí que entonces se hizo cierto aquello de que Dios está con los constantes, con los que tienen paciencia:

      —En fin, Juancarlis, dónde hay que firmar…
      —Venga, dame tu DNI que vaya rellenando esto.
      —Pero si mi DNI lo tengo en Murcio. ¿Te vale el carné de conducir?
      —¿No tienes el DNI en serio?
      —Mmm, no… ¿De verdad no te vale el carné? Es un documento acreditativo también…
      —Mierda, no, sólo podemos tomar datos de un DNI original. Después de todo el rollo…




Éste ha sido nuestro cuento didáctico de hoy, amiguitos. Aprended a decir que no, leed todo lo que vayáis a firmar y vended vuestra rúbrica como si fuera oro, por mucho que os presione el ambiente, por muchas prisas que os quieran meter o por mucho que se cachondeen de vosotros. Nada más. Sed buenos, temerosos y con Dios quedad.

lunes, 5 de mayo de 2008

El miedo - الخوف


al-jawf. Nos ha jodido mayo con sus flores… Siempre que llega mayo, en mi habitación son el susto y el asombro. Con este mes llegan, por las noches, ruidos de vida: pequeños susurros y pisadas ligeras que, al principio, hielan la sangre como nunca podrá hacerlo una película. No sé si mi habitación es como el teatro de Epidauro, pero la configuración superficial del gotelé hace que los sonidos me lleguen desde detrás: alguien entrando con sigilo a mi habitación, algo moviéndose detrás de mí, algo que me clava la mirada en el cogote, algo que repta y se acerca irremisiblemente, algo que mueve físicamente el aire de mi habitación. Los años me dicen que no, que no lo haga, pero el instinto de supervivencia me obliga a girar la cabeza esbozando una sonrisa impostada. Durante el milisegundo que tardo en volverme, hay en mi cerebro algo que se suelta, que se desborda y me lanza imágenes terroríficas a la conciencia. Pero no, allí no hay nada. Cuando ya casi tengo repuesta mi maltrecha humanidad, los ruidos paran. El silencio es absoluto, salvaje. Si afino el oído, escucho la radiación de fondo del Big Bang. Algo se prepara, algo se acumula como el terremoto que se siente llegar. El ambiente se enrarece, se ilumina, se condensa: fallan los sentidos, domina la fantasía; y cuando la tensión es ya insoportable, de repente, el rumor…, ¡el grito! ¡Aaaaahhhh! Me cago en la leche…





Cosas que aprendéis de mí en este post
  1. El Explorer 7.0
    ¿Cómo? ¿Tú? ¿Un mago del HTML? ¿Un Edison redivivo usando Explorer? Pues mira, sí, se lee mejor: la diferencia al procesar el texto es abismal. El Explorer suaviza los contornos de las letras, mientras que ver una página en Firefox es como retroceder a los años 80. He dicho.

  2. El Buscaminas
    En cuanto el ordenador tarda más de un nanosegundo en hacer algo, mi impaciente mano derecha adquiere vida propia, abre el buscaminas y se hace 62 segundos en modo Experto. Al menos, eso hizo el 8 de enero de 2003.

  3. Magritte
    ¿Y a quién no le gusta?