jueves, 10 de diciembre de 2009

El espacio - الفضاء

al-fadā’. En Niebla, de Unamuno, aparece un bonito personaje, cuyo bonito nombre es Antolín S. Paparrigópulos, que decide confeccionar una relación de todos los escritores que habían sido olvidados, bien por injusticias de la vida o bien por ser más malos que Paulo Coelho; pero después, intentando ser exhaustivo, decide que debe ampliar su investigación y elaborar una enciclopedia donde estuvieran incluidos todos aquellos que escribieron libros de los que sólo se conoce el título; por último, por razones de alta justicia y humanidad, decide que no es suficiente, y acaba dedicando el resto de su vida a escribir la historia de todos aquellos que, teniendo pensado escribir, nunca se decidieron a hacerlo.


Pues bien, creo que yo de pequeño era tonto. ¿Veis? No pasa nada: ya me lo digo yo. Qué le vamos a hacer: me gustaba el espacio. El caso es que me poseyó un afán enciclopédico similar al de Paparrigópulos y me dediqué a coger la Salvat, tomo a tomo, y a hacer una lista de satélites —la terminé— y, ya puestos, una de asteroides —llegué hasta la L—; pero, oh tristeza, recuerdo que cuando la Voyager 2 pasó por Urano y por Neptuno les descubrió tropecientas lunas nuevas a cada uno —además de unos cuantos anillos—, con lo que me jodió de un plumazo todo el trabajo realizado. Desde entonces, albergo un odio malsano hacia la Voyager 2.


En fin, a mí me interesaba el tamaño también. Y más aún las distancias. Ay las distancias… Amigos, os lo tengo que decir: nos han engañado siempre con las representaciones del Sistema Solar, porque las distancias son tan enormes que es imposible dibujarlo a escala. Yo veía los dibujos con los planetas bien ordenadicos, uno detrás del otro, pero luego comprobaba las distancias de cada uno de ellos al Sol y aquello me olía a chamusquina. Era imposible que estuvieran tan en fila, a intervalos regulares. Haciendo un cálculo sencillo, me salía que Neptuno no estaba un poco más allá de Júpiter, como aparecía en el dibujo, sino que estaba cinco veces más lejos de Júpiter que el propio Júpiter de la Tierra. ¿Por qué querían engañarme? En serio, tan enormes son las distancias que ni os lo podéis imaginar. ¡Que no, que no podéis!


A escala, si la Tierra tuviera el tamaño de un guisante, Júpiter estaría a la friolera de 300 m, y Plutón —que sí, que no es un planeta, pero me sirve igual para el ejemplo— estaría a 2,5 km. Por otro lado, en la Vía Láctea hay unos 300.000 millones de estrellas, millón arriba, millón abajo. Trescientos mil millones… Uno ve las fotos de galaxias lejanas y se imagina esa burrada de estrellas todas apiñadas hechas un gurruño, formando la espiral, pero resulta que no, que ni de coña, que de nuevo las distancias son tan inmensas que ni podemos hacernos a la idea: a la misma escala de antes, con la Tierra reducida al tamaño de un guisante, la estrella más cercana a nosotros, Próxima Centauri, estaría a unos 16.000 km. Y hay 299.999.999.999 estrellas más sólo en esta galaxia, que, por cierto, sólo es una galaxia de entre los 100.000 millones de galaxias que somos capaces de «ver» desde aquí… Pues sí, no en vano lo llaman espacio.



P.D.: Mirad qué maravilla he encontrado. Un vídeo que muestra cómo serían los cielos de la Tierra si tuviéramos anillos como los de Saturno:


P.P.D.: Y si os aburrís, podéis ver esta página, en la que hay quien se ha molestado en poner el Sistema Solar a escala. Dadle hacia la derecha, sí, que ya os cansaréis…

jueves, 19 de noviembre de 2009

La guerra - الحرب

al-ħarb. Amigos, estaréis conmigo en que dos de los enemigos más funestos de la Humanidad son, en primer lugar, el corrector de Word; y, después, siguiéndolo muy de cerca, el tipo de letra Comic Sans. En serio, cuánto mal ha hecho la Comic Sans…

Aun siendo esto verdad, existe un mal aún más nocivo, un azote que degrada al género humano y lo aboca a una extinción lenta y dolorosa: me refiero nada más y nada menos que a los rótulos sin acentos. Porque sí, porque se acabaron ya los paños calientes y las buenas palabras: declarémosle la guerra a la incultura prosódica; portemos con nosotros un rotulador indeleble y corrijamos sin pudor los carteles que a nuestro paso encontremos. ¿Acaso no están repletas nuestras calles de centros de estetica o de academias de ingles? ¿Acaso no os sangran los ojos al verlo? ¿Acaso no muere un gatito por cada acento perdido? ¿Acaso no sufre la Virgen?


El fuego lo abrió Lynne Truss hace unos años. Esta buena señora, una mujer de bien, puso el grito en el cielo al ver que no le habían puesto el apóstrofo al título de la horrenda película Two Weeks Notice. Fue la gota que colmó el vaso de su paciencia: se lanzó desaforada a las calles londinenses y, rotulador en ristre, corrigió con fervor mesiánico todo cartel que tuvo a su alcance. El libro que escribió a continuación sobre ortotipografía, Eats, Shoots and Leaves (sin la coma: come brotes y hojas; con la coma: come, dispara y se marcha), es todo un clásico.


Pues bien, amigos, en el mundo hispanohablante ha comenzado la guerra. El 23 de junio de este mismo año, a un vasco residente en México, llamado Pablo Zulaica, se le inflaron los vapores y se convirtió en huracán. Decidió imprimir cartulinas con forma de tilde y comenzó a pegarlas en los carteles mal escritos de la capital mexicana para, después, fotografiar el resultado y subir la imagen a su blog: Acentos Perdidos: programa de reinserción de acentos en la vía pública. Hoy, son legión las hordas de hispanohablantes que, con inusitada furia correctora, peinan las calles de España, Venezuela, Perú, Argentina, Colombia, Costa Rica, Puerto Rico y República Dominicana en busca de carteles mal escritos. Tras las primeras multas, en Ciudad de México han acabado por reconocer de forma oficial su labor por su «valor didáctico, pacífico y constructivo». Han aparecido en la prensa de todo el mundo y el movimiento crece de forma imparable. Amigos, lloro de emoción. ¿Es posible tanta felicidad, Totó? No sé vosotros, pero yo voy a imprimirme ocho mil acentos de cartulina y ¡hale!, tildetón que te crió. Esto es la guerra…






P.D.: Por favor, no le pongáis acento a la palabra ti. Y, si os llamáis Llorente, no escribáis LLorente. Por favor os lo pido. Hacedlo por él:

P.P.D.: Sólo por gusto, copio de la Ortografía de la RAE: Las mayúsculas llevan tilde si les corresponde según las reglas dadas. Ejemplos: África, PERÚ, Órgiva, BOGOTÁ. La Academia nunca ha establecido una norma en sentido contrario.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El pelo - الشعر

aš-ša‛ar. Dos meses después, ha tenido que ocurrir lo impensable para decidirme a romper mi ostracismo bloguero, para sacar fuerzas de flaqueza y liberarme a dentelladas de la mordaza opresora. Juzgad por vosotros mismos si el asunto lo merece.

Decían los antiguos —Sócrates, creo que fue— que donde hay pelo hay alegría. Esta bitácora, socrática como la que más, ha intentado insuflar vida a este adagio ancestral mediante amenos eventos que, año tras año, han contado con gran éxito de crítica y público:

Pues bien, como decía, lo impensable ha ocurrido, amigos. La tragedia ha alcanzado dimensiones cósmicas. Qué 2012 ni qué niño muerto… No ha llovido sangre, pero el fin del mundo se avecina y las señales son inequívocas, porque, amigas, amigos,… me tiemblan los dedos al teclear esto, pero… es mi deber comunicaros que Chexpirit se ha cortado el pelazo. ¡Calmaos, por Dios! Ay, Señor, ya os imagino babeando bizcos, arrancándoos los cabellos, desesperados ante la nada, ante el no haber más que hacer en este mundo… ¡Horror!


Muchos hemos intentado parar esta locura. Sin ir más lejos, hay quien puso en marcha un movimiento en la red intentando detener esta sinrazón: sin duda alguna, con sólo dos entradas, he aquí el mejor blog que he leído en 2009: Salvemos el pelazo del Chexpi. Lo siento. No hay esperanza. Dejaos morir…

martes, 22 de septiembre de 2009

La física - الفيزياء

al-fīziyā’. Cómo es la Física, ¿verdad, amigos? Ya sabéis que a mi consultorio particular llegan cada día cientos de cartas de todas partes del mundo. En ellas, los lectores del blog me participan sus dudas e incertidumbres, sus fobias y anhelos; me cuentan lo difícil que es ser un paladín del pensamiento escéptico y lo que les cuesta no dejarse engañar. Veamos lo que dice una de nuestras lectoras, escogida al azar: Hola, amigo Pol, me llamo Eleni y soy griega. Tengo unas curvas de aúpa y, todas las noches, te imagino desnudo. Verás, lo que me ocurre es lo siguiente: cada día se me hace más cuesta arriba analizar todo lo que observo. Sí, amigo Pol, siento que me engañan, que mi mente se ensucia. ¿Qué puedo hacer? Querida amiga: usa la Física. ¡Amigos, usadla sin complejos! ¿Queréis un ejemplo? Aquí lo tenéis.



En primer lugar, mirad este vídeo (paciencia, porque el vídeo en sí empieza a los 31 segundos):


Dejando a un lado la dudosa necesidad que había de destrozar una gran canción, tenemos a un pobre joven del que todos desconfían por ser negro. En un momento dado, al doblar una esquina, echa a correr como alma que lleva el Diablo, molestando a todo quisque y empujando a los transeúntes. Sin embargo, al final, cuando ya pensábamos que es más malo que la quina, resulta que no, que lo había hecho porque, al otro lado de la manzana, unos ladrillos iban a caerle encima a una chica y quería salvarla. Sí, amigos, a mí también me llega el dulce olor de la demagogia y la simplonería, pero vayamos al grano: ¿se puede saber desde qué altura caían los dichosos ladrillos, para que al tío le haya dado tiempo a llegar desde la otra punta de la manzana? Veamos.



¿Qué ha tardado en llegar de una punta a otra de la calle?
  • Sabemos que la manzana media tiene unos 60 m de longitud.
  • Seamos generosos y pensemos —que ya es ser generoso— que este tío es el mismísimo Usain Bolt, capaz de hacerse los 100 m en 9,58 s sin apenas despeinarse.
  • Seamos más generosos todavía y pensemos que los choques con los transeúntes no han perturbado su carrera.
100 m en 9,58 s
60 m en x s

x = (60 · 9,58) / 100
x = 5,748 s

El pavo se habría cruzado la manzana en 5,748 s. Tendremos que creerlo.




¿A qué velocidad caían los ladrillos, para que le haya dado tiempo a llegar en 5,748 s?
  • Pongamos que los ladrillos estaban en reposo (vα, o sea, 0 m/s) justo en el momento en el que el mangurrián empieza la carrera, y 5,848 s más tarde, una décima de segundo después de que el joven salve a la chica, llegan al suelo a una velocidad (vω) que aún no conocemos.
  • Sabemos que, aunque es distinta según donde nos encontremos, la gravedad de la Tierra implica que, por término medio, todo cuerpo que cae sufre una aceleración de unos 9,8 m/s², independientemente de su masa.
vω = gravedad · tiempo
vω = 9,8 m/s² · 5,848 s
vω = 57,3104 m/s

O sea, que al caer al suelo, los ladrillos iban a 57,3104 m/s. Ahora que ya sabemos la velocidad inicial (vα) y la velocidad final (vω), podemos sacar la velocidad media de la caída de los ladrillos.

vmedia = (vα + vω) / 2
vmedia = (0 m/s + 57,3104 m/s) / 2
vmedia = 28,6552 m/s

Así que la velocidad media de la caída fue de 28,6552 m/s durante los 5,848 s. El resto ya es pan comido, y definitivo para comprobar empíricamente que nos están engañando, amigos.




¿Desde qué altura tendrían que caer los ladrillos para que al Usain del vídeo le hubiese dado tiempo a llegar?
  • Si sabemos cuál fue la velocidad media de la caída y cuánto duró, podemos sacar el espacio recorrido por los ladrillos, es decir, la altura (h) desde la que cayeron.
h = velocidad · tiempo
h = 28,6552 m/s · 5,848 s
h = 176,5756096 m

¡Tachán! Cabe recordar que la torre de la Catedral de Murcia, con todo lo alta que es, mide 98 m con la veleta. Y resulta que, cuando el tío del vídeo vio que los ladrillos iban a caer, estaban a más de 176 m de altura… ¡Que nosotros no somos tontos, hombre! Ay…




Conclusión

Ante la imposibilidad física de que alguien vea unos ladrillos que caen desde 176 m de altura, ante la imposibilidad física de que reaccione en 0 segundos y tarde menos de 6 en llegar al lugar, la única conclusión que saco es que el negro en cuestión, muy posiblemente, sí era una malísima persona. Los pacíficos ciudadanos que pululaban por esa calle hacían muy bien en evitarlo, porque su única intención era salir corriendo y empujarles, molestarles y tirarles las bandejas. Encima, por si eso fuera poco, a modo de gran colofón del mal, se abalanza sobre una pobre chica que hablaba tranquilamente por el móvil, Dios sabe con qué intenciones libidinosas. Lo de los ladrillos fue pura chiripa. El que ha hecho este vídeo es un imbécil. Quod erat demonstrandum.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El olvido - النسيان


an-nisyān. Venga, confesadlo: no estáis acostumbrados a madrugar, ¿verdad? ¿A que, cuando lo hacéis, os sentís mal, se os pitufa la voz y os pica el orto? Tranquilos, nos pasa a todos. Pero la cosa tiene más inri: cuando uno decide mandar al garete su ritmo circadiano y devenir noctívago, además, desarrolla poderes sorprendentes. Sin ir más lejos, yo mismo: amigas, amigos, tengo un superpoder que consiste en lo siguiente:

  • coger el teléfono cuando alguien me llama por la mañana temprano;
  • mantener una conversación normal y perfectamente lúcida, sin que la voz delate para nada mi anterior estado catatónico; y,
  • nada más colgar, olvidar al instante todo lo hablado y seguir durmiendo.
Se han dado casos, vamos… Si eso no es un superpoder, que baje Dios y lo vea.


Y es que olvidar está feo. Más, si cabe, si lo que se olvidan son palabras españolas bonitas. Eso debió pensar Luis Hernández Alfonso al dedicar su vida a recopilar más de 3.500 palabras españolas en desuso que merecía la pena conservar. Os conmino y exhorto a utilizarlas, a partir de ahora, en vuestra vida diaria.

mador
Sudor ligero que cubre el cuerpo, sin llegar a formar gotas.
Ej.: En verano, los murcianos nos despertamos envueltos en un agradable mador, fragante como él solo.
¿A que siempre habíais querido saber cómo se decía eso?
fárfara
Telilla que recubre interiormente la cáscara de los huevos de ave.
¿Quién no se ha comido un huevo duro y ha desprendido esa telilla junto con la cáscara? Pues ya sabéis cómo se llama. Además, menudo nombre chulo: nada menos que una palabra esdrújula con dos efes…
luquete
Rodaja de limón o naranja que se pone en una bebida para darle sabor.
Ej.: Joven amable que estás sirviendo detrás de esta barra, ¿te importa echarme un luquete, por favor?
Ya sabéis lo que tenéis que decir en los bares a partir de ahora: que os echen un buen luquete.
fucilazo
Relámpago sin trueno en el horizonte.
Si no habéis visto nunca un fucilazo, estáis tardando en apostaros en una playa para mirar al horizonte. Tremendo.
adarce
Costra salina que deja el agua del mar sobre los objetos que moja.
Ej.: Disculpe, señorita de buen ver que acaba de salir del agua, ¿le importa si le lamo el adarce?
Un poco de romanticismo nunca está de más.
calandria
Persona que se finge enferma para que la mantengan en el hospital.
De esto podrían dar fe los medicastros y sacapotras que nos leen.
ciclán
Que sólo tiene un testículo.
Ej.: ¡Échale huevo, Penev, que estás hecho un ciclán!
¿Cómo olvidar a este mítico jugador?

Y, para terminar, una ráfaga:

bagasa, cellenca, coja, farota, gabasa, gorrona, lea, mozcorra, peliforra, tusona
Puta.

Vía Bootheando, un magnífico blog de interpretación.
Calandria aparece por cortesía de Paloma, alias «Lazarilla».

lunes, 24 de agosto de 2009

La realidad - الواقع

al-wāqi‛. Hola, amigos. Como sé de buena tinta que al lector medio de este bloque no le interesa ni por asomo el mundo de la interpretación, voy a seguir tratando el tema muy a mi sabor. Para ello, he puesto a trabajar a los seis o siete redactores que escriben en esta bitácora, todos ellos negros y rellenos de nata, para contaros otra batallita y hacer añicos algunos de los pilares de la profesión. Porque lo estáis deseando.


Entremos en harina: el intérprete debe transmitir las ideas, no las palabras, de forma fiel; y sintetizar allá donde pueda, para durar poco y no interrumpir en demasía el ritmo del discurso original. Precioso, ¿no? Pues decidme qué se puede hacer cuando en un municipio cuyo nombre no daré —pero vamos, que hablamos de Cieza—, la concejala de Cultura recibe a sendos grupos folclóricos de Armenia, India y Filipinas con las siguientes palabras:

Muy buenos días y bienvenidos a Cieza. Quiero daros la bienvenida a nuestro pueblo en nombre del ayuntamiento, y bienvenidos también al veintiún Festival Internacional de Folclore en el Segura. Esperamos que os sintáis bienvenidos y muchas gracias por venir a este festival. Aquí estamos acostumbrados a dar una calurosa bienvenida a todas las culturas. Bienvenidos y gracias por venir.

Con mi camiseta raída, mis pantalones piratas y mis gafas de sol a modo de diadema —el intérprete debe ir siempre pulcramente vestido—, di un paso al frente, calculé mentalmente las dimensiones de la sala para proyectar bien la voz y dije Welcome. Y, tras una hermosa pausa dramática, me volví a la concejala para que siguiera. Bueno, no lo hice, pero tentado estuve: aproveché la pintiparada ocasión y añadí florituras varias de mi propia cosecha a lo largo del resto del discurso, todo él del mismo corte y confección artesanal.


El intérprete debe ser imparcial y transmitir fielmente la intención y el tono de quien habla. Eso está muy bien, salvo que actúes de mediador entre, por un lado, un jefe de comedor bisojo y furibundo y, por el otro, un indio guyaratí desaforado:

JEFE.—(A mí, mirándome por el ojo bueno como Dramatic Chipmunk.) Vente, mira a ver qué dice el director de los indios, porque no están comiendo nada ninguno y yo no sé ya qué darles.


YO.—(Al indio.) Hola, dígame cuál es el problema.
INDIO.—Pues que, antes de venir, dimos instrucciones para que supiesen cómo cocinar bien nuestra comida, pero no nos han hecho ni caso y llevamos varios días sin comer. Nos ponen todo el día un arroz blanco soso, sin especias, y sólo nos estamos comiendo las patatas fritas. ¿Por qué no nos han hecho caso?
YO.—Dice que sólo se están comiendo las patatas fritas, pero que lo demás no está hecho como ellos habían dicho.
JEFE.—Coño, es que a mí me dieron una lista con los productos que podían comer y yo me he basado en eso, pero es que no les gusta nada a estos tíos. Yo no sé de dónde coño vienen.
YO.—Dice que están respetando la lista que les disteis.
INDIO.—Pero está todo malísimo y no sabe a nada. Mira, la gente no está comiendo y, por vosotros, tampoco me gusta que estemos tirando la comida. Mañana, por ejemplo, ¿qué nos van a hacer? ¿Habría algún problema en que uno de nosotros entrara a la cocina y le dijera al cocinero cómo cocinar las cosas para que nos gusten?
YO.—¿Mañana qué tienen para comer? ¿Podría entrar uno de ellos a la cocina y decirle al cocinero cómo hacerles la comida?
JEFE.—Uy, claro que sí, y un piso en Torrevieja también les podemos dar, ¿no te jode? (Al indio.) ¡Que tenéis que ser más europeos! (A mí de nuevo.) Además, qué coño, que si viene una inspección y ven a uno ahí echándole cosas raras a la comida, a mí me fríen. (Al indio.) ¡Anda que no vais a pasar hambre por ahí en otros festivales, machote! (A mí.) Pues para mañana tenía encargadas varias pizzas vegetales. Vaya un gilipollas… Díselo, díselo.
INDIO.—¿Qué dice?
YO.—No, que parece ser que es imposible, porque si viene una inspección podrían tener problemas. Mañana hay pizza vegetal.
INDIO.— Bueno, la pizza está bien, pero diles que sin champiñones. Champiñones no. Si puede ser, que sean margaritas, sólo tomate y queso. Si no, mira, que nos hagan sándwiches que sólo lleven tomate, queso y cebolla. Y el pan, que esté tostado, ¿eh?
YO.—(Al indio.) Es que no las hacen ellos, las han encargado. (Al jefe.) ¿Sabes si las pizzas llevan champiñones?
JEFE.—Joder con los señoritos… Yo no tengo ni puta idea, las hacen en la panadería. Mira, yo… éste es el primer año que hago esto y me está desbordando, en serio te lo digo.
YO.—Nada, hombre, no pasa nada. Mira, dice que, si no, les podéis hacer unos sándwiches que sólo lleven tomate, queso y cebolla, y ya se apañan.
JEFE.— Mira, que les den por culo. Ya sé lo que voy a hacer: comen patatas fritas, ¿no? Pues los voy a inflar a patatas fritas. ¿Que comen sándwiches de tomate, queso y cebolla? Pues les hago los sándwiches todos los días y a tomar por culo. (Al indio, marcando las palabras.) ¡Que os den por culo, hombre ya…! ¡Me voy!
INDIO.—¿Qué ha dicho?
YO.—Nada, que no hay problema, que va a hacer todo lo posible.

Podría contaros más historietas que demuestran que un intérprete está para un roto y para un descosío, como cuando tuve que hacer de pivote entre la intérprete armenia y la entrevistadora española de Thader TV, o como cuando tuve que bailar con los indios en una especie de conga infernal para animar al público, o cuando en la prueba de sonido interpreté impertérrito frases tan diáfanas como ponme aquí un 58 para las bajas frecuencias, más graves en el 2, más réver en el vocal y más volumen en los monitores, o cuando tuve que poner mi coche para que varios armenios que vivían en Cieza pudieran viajar al festival con sus compatriotas en el autobús; pero ésas son otras historias y deben ser contadas en otra ocasión.



P.D.: Al menos, conseguí que una armenia me escribiera mi nombre y primer apellido en su alfabeto, que oye, nunca está de más:

lunes, 17 de agosto de 2009

El tiempo - الزمن

az-zaman. 1989, 1999 y 2009. La urbanización sigue ahí. Las toallas no. Nuestra lozanía tampoco.