sábado, 29 de noviembre de 2008

La independencia - الاستقلال

al-istiqlāl. Queridos amiguitos, salgo de mi ostracismo canario para haceros una pregunta: ¿sois conscientes de las barbaridades que cometieron los franceses en Argelia? ¿Sabéis que hace menos de 50 años de estas barbaridades? ¿Sí? ¿No? Pues ahora lo vais a saber.

¿Sabíais que, entre 1830 y 1962, Argelia no fue una colonia de Francia sino que fue Francia? Argelia era un departamento francés más, en el que vivían cerca de un millón de colonos europeos: los llamados pies negros. Los argelinos de origen eran considerados ciudadanos de segunda: ni se respetaban sus derechos ni podían disfrutar de las mismas garantías sociales y judiciales que los pieds-noirs. Y esto, pues claro: no les hacía mucha gracia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con la ocupación alemana de Francia, los argelinos comenzaron a manifestarse y a protestar en voz alta. Muchísimos argelinos se enrolaron en el ejército galo y arriesgaron su vida para liberar a Francia del yugo nazi, pero cuando volvieron a sus hogares en Argelia al final de la guerra, esperando ser recibidos como héroes y una mejora notable de su calidad de vida, se encontraron con que las manifestaciones populares de 1945 en Argelia estaban siendo reprimidas por el ejército francés con una brutalidad extrema, mediante ejecuciones sumarias, bombardeos indiscriminados sobre la población civil y el uso generalizado de la tortura. En sólo 2 meses, murieron masacrados 200.000 argelinos (!), que se dice pronto. Repetid conmigo: dos-cien-tos-mil. Los más audaces podéis poneros a contar: uno, dos, tres,… y así hasta doscientos mil.

La guerra de independencia de Argelia, entre Francia y el Frente de Liberación Nacional argelino (FLN), se prolongó hasta 1962 y se cobró casi medio millón de vidas argelinas (repitamos otra vez si es menester: me-dio-mi-llón); pero un año antes, en la mismísima y modernísima Parí de la Frans, ocurrió lo siguiente: el 17 de octubre de 1961, el FLN convocó una manifestación pacífica para protestar por el toque de queda impuesto a los argelinos que vivían en la región parisina. La policía local de la capital francesa se dispuso a disolverla, así que, bajo las órdenes del jefe de policía, de nombre Maurice Papon, los amables gendarmes mataron a casi 200 argelinos en una sola tarde. Bueno, con la emoción del momento tampoco iba uno a pararse mucho en distinciones, así que también mataron a decenas de tunecinos y a varios portugueses que pasaban por allí, por si acaso. Al final, sin saber muy bien qué hacer con los cadáveres, los arrojaron al Sena. Que oye, bien mirado, les quedaba cerca. ¿Qué os ha parecido, amiguitos? En 1961, hace nada, y en París…

martes, 18 de noviembre de 2008

La lluvia - Η βροχή


i vrohí. El cine nos ha enseñado muchas cosas, amigos. Sin ir más lejos, yo el año pasado aprendí que en el 480 a. de C. Leónidas tiró a un persa negro ensortijado por un bujero en mitad de su ciudad, no sin antes recordarle que eso era Esparta. ¿Que no? Eso pasó. Vaya si pasó. Porque Leónidas era un tío molón y podía desencajar las mandíbulas al gritar. Tan molón era que, cuando Jerjes llegó en su carroza mágica y le pidió con voz distorsionada que depusiera las armas, Leónidas desencajó su ATM y le gritó Μολών λαβέ!, que en griego se pronuncia Molón lavé y significa en viniendo, me las cogéis. Las armas.


Dos mil quinientos años después, entré yo en acción. En agosto de 2008, me acerqué a las Termópilas y, con una valentía que para sí quisieran Leónidas y sus 300 hoplitas (bueno, ellos, los 600 esclavos que llevaban consigo, los 700 tespios, los 400 tebanos y los otros 3.800 griegos que lucharon allí), con un coraje sobrehumano, decía, me jugué la vida intentando cruzar la autovía griega que me separaba del monumento a los espartanos. A punto estuve de morir atropellado por un simpático automovilista heleno, pero todo quedó en un intercambio amistoso de cariñosos gestos manuales. Al menos pude hacerme una foto molona junto al molón lavé de Leónidas. Luego pensé en acercarme al monumento a los tespios, a sólo 100 metros de allí, pero qué coño, que les jodan a los tespios.


El caso es que lo de Leónidas trae cola: en el año 1466 de nuestro señor amén, al cometa Tempel-Tuttle le dio por dejar una estela seminal de objetos sólidos en una región indeterminada del sistema solar. ¿A que no sabéis cómo llamaron a toda esa basura espacial cuando, 542 años después, la atravesé subido a la Tierra? No os lo vais a creer: las Leónidas de 2008. Lo de «la atravesé» es un decir, porque un tal Maslov (un farsante, sin duda) predijo que el 17 de noviembre de 2008 sobre las 0.22 habría un pico de 150 meteoros visibles por hora. Por mucho que subí a casi 3.000 metros, ya cerca del Teide, por aquello de evitar la contaminación lumínica; por mucho que quienes me acompañaban juraron ver dos; por mucho que hasta mi propia cámara captara una leónida en una foto casual que os adjunto abajo; yo no vi absolutamente ningún meteoro. Todos sabemos, y si no lo sabéis ya os lo digo yo, que antes de llover chispea, pero yo no experimenté ni un suave sirimiri… En fin, se os eriza el vello al leer este cúmulo imparable de casualidades, ¿eh?, esta sucesión histórica de conexiones entre Leónidas y yo. Lo sé. A mí también se me eriza, amigos, a mí también. Y no acaba ahí la cosa.


Porque resulta que en abril de 2003 me agencié una caja de bombones en Bruselas, y, oh serendipia de serendipias, ¿sabéis dónde los compré? Qué escalofríos, amigos… ¡En la confitería Leónidas! Impresionante…



P.D.: Por cierto, hace año y medio, el difunto Poeta de Zeneta eligió el Bando de la Huerta murciano para, señalándose el calzado, gritar con voz impostada: Esto es… ¡esparto! ¿Qué habrá sido de él? Con lo majete que era…

lunes, 10 de noviembre de 2008

El sol - Ο ήλιος

o ilios. Con el trasiego de la mudanza, nunca os conté nada de Grecia y Turquía. Haré como que os importa y empezaré hoy. Carraspeo y comienzo: Amigas, amigos, érase una vez un cabrón llamado Teseo. Por lo que a mí respecta, estoy absolutamente seguro de que, cuando zarpó desde Atenas en su navío de velas negras sin la Bruja Lola, su única intención no era liberar a los atenienses del yugo cretense: Teseo quería ser rey.


Hacía varias décadas que los atenienses, debilitados y castigados por la peste, pagaban un humillante tributo a los cretenses: cada año, debían enviar siete jóvenes y siete doncellas a Creta para servir de alimento al Minotauro. Éste último no era otro que Asterión: un hijo del rey Minos tan feo, tan feo, tan feo que hubo que construirle un laberinto y encerrarlo dentro. La historia es conocida: Teseo se ofreció para ser uno de los catorce jóvenes de la hornada de aquel año, llegó a Creta, mató al Minotauro y volvió a Atenas victorioso. La única pega es que, en el ínterin, el tío cerdo le destrozó la vida a dos personas: a Ariadna y a Egeo.


Egeo, rey de Atenas y padre del héroe, se opuso en redondo a que Teseo, su único hijo, su heredero, arriesgara su vida. Al final accedió, pero padre e hijo convinieron que, si el joven triunfaba, al navegar de vuelta hacia Atenas cambiaría las velas negras del navío por otras de un blanco tan brillante que se pudiera ver a millas de distancia. Fácil, ¿no? Pues, cuando regresó victorioso, al niñato se le olvidó cambiarlas.


Tras la marcha de Teseo, Egeo se transformó: envejeció a marchas forzadas, se desentendió de la polis y se obsesionó con la vuelta de su hijo. Sin cuidar mucho su higiene, sin comer apenas, se pasaba el día entero en la Acrópolis mirando al mar; y, cuando la abulia se hacía insoportable, recorría 70 km hasta el cabo Sunio, en la punta del Ática, para otear el horizonte en dirección a Creta desde el templo de Poseidón. Cuando aquel día atisbó los velámenes negros sobre la línea del horizonte, Egeo se supo solo, lloró en silencio, cerró los ojos y se despeñó hasta el mar que, desde entonces, lleva su nombre.



Sirva todo esto para deciros que este verano estuve allí, en el cabo Sunio, y que junto al templo de Poseidón vi el atardecer más bonito del mundo. Pinchad en las fotos, malditos.





P.D.: ¿Que qué hizo con Ariadna? Bah, sólo la engatusó mediante engaños; la convenció para traicionar a su padre, a su familia y a su pueblo; y, por último, la abandonó en una isla.

P.P.D.: Esta idea del Teseo parricida la he sacado del libro The King Must Die, de Mary Renault. ¡Gracias, Raulete!