al-baţāţa. Cuando lleguéis a Santa Cruz de Tenerife, yo diría que tenéis dos opciones:
- o compráis una «malla de papas bonitas para arrugar» y las arrugáis, es decir, las hervís sin pelar y le ponéis muchísima sal al agua para que luego quede una costra fina y salina sobre la dermis patatil;
- o cogéis el tranvía hasta San Cristóbal de La Laguna (20 minutos, 0,95 €), buscáis El Patio Canario y os bufáis allí.
Después, tendréis que descubrir el gofio: se trata de una harina de cereales tostados que, en su día, constituía el alimento de los campeones para los aborígenes canarios. Es pastosillo, algo soso y empacha mucho, pero no está del todo mal con leche. Tomaos una tapa de gofio amasado con mojo verde y cebolla (lo que hay debajo del mojo parece un mojón, lo sé); y, por qué no, una tortilla canaria, hecha con huevo, plátano y, oh sorpresa, gofio:
Y hale, con eso ya vais apañaícos.
P.D.: Por cierto, en Murcia, si os atrevéis a entrar en esa sentina de pecado llamada «Barrio del Carmen», siempre podréis visitar el bar La Papa. En 20 años no han cambiado ni la decoración del local, ni la carta de bocadillos pequeños ni la cara de la dueña; pero hacen unas patatas fritas que se te va la cabeza. Y claro, ponte luego a buscarla…
P.P.D.: Al primero que miente a R.E.M. en este santo blog se le propinará una brutal paliza.